domingo, 29 de abril de 2007

Zenborain



Juan Zapater
(Director de la revista de Arte y Comunicación: ARTYCO)
Hay dos rasgos definitorios en la actitud plástica de Natxo Zenborain. Uno adquiere la forma de la búsqueda, algo así como una investigación en vigilia permanente y que, en su caso, se reduce a un movimiento que no cesa, a un fluir que establece quiebros impensados y direcciones insólitas. El otro emana, en algún modo, de esta primera característica: una imprevisibilidad, amiga del estupor para prever qué será lo siguiente. Con él nunca se sabe aunque siempre pemanezcan otros dos rasgos plenamente significativos, ya no en la forma, sino en el verdadero objeto de interés de su obra.

Uno surge de un evidente realismo figurativo. Es decir, aún en los casos en que se asoma al límite, la obra de Zenborain mantiene siempre una ligazón insoslayable con el modelo de partida. Otra cosa es que él la distorsione, disfrace, retuerza o redibuje el modelo del que toma la referencia.

La otra, toma dos direcciones complementarias. Una se tira al monte del lirismo, se pone contemplativa y arroja al espectador la fuerza de lo que posee una belleza intrínseca. Otra se reviste de un sentido del humor tan escaso y caro actualmente en manifestaciones plásticas que cuando Natxo Zenborain lo introduce uno encuentra alivio en percibir que todavía hay gentes que miran para ver más allá de las apariencias.
Pero lo que empapa todo, tanto lo que hasta ahora se ha dicho como lo que podría seguir diciéndose, se llama coherencia. He aquí la cuestión más notable y difícil del discurso de Natxo Zenborain, esa convergencia de fondo, esa adecuación sólida de todos los elementos, esa mirada firme detrás de tanta multiplicidad de técnicas, recursos y formas. En un hombre capaz de volcarse con el mismo entusiasmo con el Photoshop y con la calcografía, con el óleo y con el collage, con la polaroid y con la pluma, sorprende que no incurra ni en el estrabismo propio de este tiempo ni en la gratuidad de la ocurrencia tan ingeniosa como vacía.

Hay una última cuestión que a Natxo le importa: como todos aquellos que tienen algo que decir prefiere que el espectador disfrute con su obra a que se hable mucho de ella. Así que eso es lo que se debe hacer, dejarse llevar por esa encrucijada de la mano de Carroll, Lovecraft, Poe y Verne, o dicho de otro modo, de la mano de Zenborain y sus creaciones que también son criaturas. ----------------------------------------------------------------------

1 comentario:

Irene dijo...

Hola, llegué aquí a través del blog de bloguessa. Me hizo mucha gracia tu nick pero no te veo como abuela, como mucho tendrás 40 o 50 años ¿no?
Aquí se puede aprender sobre la psicodelia, su arte, su moda. Lo que más me interesa es sobre la música de esa época.
Un abrazo